viernes, 11 de enero de 2008

Un pais reinsertado en el mundo, en una region mas integrada

El ciclo presidencial que se acaba de cerrar en Argentina con la asunción de la nueva presidenta se caracterizó por la recuperación del país en todos los planos; y un aspecto sumamente discutido y que merece atención especial en el mundo en que vivimos es el de las relaciones internacionales.
Para los más críticos respecto del gobierno de Néstor Kirchner, su política internacional habría estado signada por el “aislamiento” del país. En realidad la afirmación es totalmente retórica porque en el mundo unificado por las tendencias globales, ninguna nación puede vivir aislada. El capital financiero, las migraciones, las revolucionadas comunicaciones vinculan a todos los puntos del planeta todo el tiempo. De modo que de lo que estamos hablando es de cómo un país participa de ese flujo incesante de interacciones mundiales. Si se quiere usar el término, con la relatividad que se desprende de lo anterior, Argentina nunca estuvo tan “aislada” como cuando debió declarar la cesación de pagos de sus compromisos internacionales y cuando todos sus contratos –incluido ese contrato central que es el valor de la moneda- se habían quebrado.
Hoy está de moda naturalizar lo ocurrido en nuestro país en los últimos cinco años. No es muy cómodo para algunos reconocer que lo que se hundió en los agitados días de diciembre de 2001 fue un paradigma de interpretación y acción en el mundo. Era un relato que hacía coherente el programa interno y externo del país: en lo interno, una reforma radicalmente liberalizadora de los mercados, privatizaciones, desregulaciones, contratos de concesión de servicios públicos en condiciones oprobiosas para el país, endeudamiento extremo e irresponsable, desindustrialización y extranjerización de la economía; en lo externo, sumisión incondicional a los dictados de la principal potencia de nuestra época, compromiso con guerras injustas, relación estrictamente comercial con los países vecinos. Ese fue el programa que explotó en 2001, ésa es la ruta que proponen algunos críticos de la orientación actual.
La salida de la crisis tampoco fue un hecho natural, un mero resultado de condiciones externas favorables. Argentina optó por una política de desarrollo productivo, de industrialización, de políticas públicas dirigidas a la promoción de nuestra competitividad externa. Es una estrategia para la cual la política exterior no es un elemento secundario, sino una pieza fundamental. Los datos más salientes de estos años fueron, sin duda, la negociación exitosa e inéditamente favorable de la deuda externa y la profundización del proceso de integración regional, donde la prioridad es el MERCOSUR y la relación con Brasil es considerada estratégica por el gobierno.
Como dato concluyente contra la teoría del aislamiento, puede decirse que ningún país aislado pasa de 25.000 millones de dólares de exportaciones en 2002 a 55.000 millones durante este año.
La participación en los escenarios de negociación comercial con todas las regiones del mundo es otro signo de esa apertura. El avance en las relaciones con México y, como parte del Mercosur, la finalización de un tratado comercial con Israel. Es muy activo el vínculo con Asia Pacífico y particularmente con China. Si bien, el acuerdo Unión Europea- Mercosur sigue trabado a causa de que nuestra contraparte no avanza en la superación del tema de los subsidios internos que traban la exportación de nuestros productos agrícolas, la negociación se mantiene activa y promisoria.
Además, en este análisis hay que mencionar que fue el Mercosur el que enfrentó el proyecto del ALCA impulsado por el gobierno norteamericano. Y la causa del rechazo no fue la renuencia a firmar cualquier acuerdo con Estados Unidos, sino lo que nuestro bloque consideró como un formato fuertemente asimétrico del proyecto, que abría nuevos mercados para los países de más desarrollo, mientras mantenía restricciones en el propio para nuestros productos.
En estos días ha vuelto a situarse en el centro de la escena el rol de la República Bolivariana de Venezuela en la región. Un reciente editorial del Washington Post, de útil lectura para comprender la posición de ciertos sectores influyentes del establishment norteamericano, sugiere que la política exterior argentina la pone en la condición de “colonia” de ese país. El tono del artículo pone en cuestión la idea de que el escándalo del agente Antonini Wilson y las valijas sería una cuestión meramente judicial y no habría intencionalidad política contra el gobierno argentino. Es público y notorio que hay sectores del poder en Estados Unidos que están trabajando activamente contra los procesos de integración regional en el sur del continente; el debilitamiento de los vínculos de nuestro país con Venezuela es un objetivo central para ellos.
En oportunidad de la visita de Cristina Kirchner al presidente Lula en Brasil, cierta prensa interpretó que el país estaba haciendo un viraje hacia ese país, en detrimento de su relación con el gobierno de Chávez. Tal giro no existe. Ante todo porque la relación con Brasil era y sigue siendo estratégicamente prioritaria para el gobierno argentino. Como en muchos otros temas, hay en los críticos una carencia de sustento empírico de sus afirmaciones. Los gobiernos de Brasil y Argentina, representados por sus presidentes, firmaron en 2003 un acuerdo con el sugestivo nombre de “Consenso de Buenos Aires”. En ese documento está la hoja de ruta de un proceso de acercamiento sin antecedentes entre ambos países, durante estos cuatro años. No fue una interacción exclusivamente declarativa: se han producido avances importantísimos en materia de comercio mutuo, como el acuerdo sobre “mecanismos de adaptación competitiva” alcanzado en 2006, que destraba muchos de los inconvenientes que surgían de la relación comercial. Así también se alcanzó un acuerdo en el rubro automotriz, en el que Brasil explícitamente reconoce y promueve el rumbo de reindustrialización asumido por la Argentina.
Brasil y Argentina trabajan juntos en una gran variedad de escenarios. Juntos promovieron el grupo de los 20 en la reunión de la OMC de Cancún en 2004; es un grupo de países que articulan sus reclamos por condiciones de comercio equitativas entre los países desarrollados y los emergentes. Ambos países fueron decisivos para que el Mercosur adoptara en 2006 los llamados Fondos de Convergencia Estructural, dirigidos a impulsar proyectos orientados a disminuir las asimetrías con los países de menor volumen económico del bloque. El propio proceso de incorporación de Venezuela al Mercosur, iniciado en 2006, sería inconcebible sin un fuerte protagonismo brasileño y argentino. De modo que las fantasías sobre “colonialismos” interiores a nuestro subcontinente no son sino pretextos ideológicos de una política opuesta al proceso de integración en América del Sur.
El país tiene una política exterior de inserción en el mundo, a partir de una clara definición de prioridades hacia la integración regional. Mercosur es hoy el proceso más avanzado de ese proceso de integración. En los últimos años se ha generado una oportunidad muy importante para nuestros países. En primer lugar, porque toda la región está creciendo económicamente; en segundo lugar, porque en gran parte de Sudamérica hay gobiernos con orientación transformadora, para los que la región ha vuelto a ser la referencia central. Nadie puede ignorar que la integración atraviesa problemas; el principal de ellos es la existencia de una considerable brecha económica con los países de menor volumen. No hay fórmulas mágicas para resolver ese problema, que viene de lejos en nuestra historia. Sin embargo, los avances ya señalados muestran un camino que se puede y se debe transitar. Durante la presidencia pro tempore de Argentina se pueda dar un nuevo impulso en esa dirección a partir del cumplimiento de sus principales objetivos: eliminar el doble arancel aduanero, y asegurar la libre circulación de bienes a partir de un mecanismo de distribución de la renta aduanera y un código único. El MERCOSUR se propone además dos metas adicionales para el primer semestre de 2008: diseñar un programa de integración productiva - que incluya un fondo de apoyo a las PyMEs involucradas en iniciativas de complementariedad económica - y una mejora del Protocolo de Resolución de Controversias.
Superada la parte más aguda de la crisis, Argentina está en mejores condiciones de plantearse nuevas metas para su relacionamiento externo. Esto debe ser así, porque no hay futuro para un proyecto de desarrollo productivo e inclusión social en los marcos estrechos del Estado nacional. En el mundo globalizado los límites entre política interior y exterior se han ido diluyendo y casi no hay problema de la agenda central de los Estados que no requiera una mirada internacional. A un determinado proyecto político nacional corresponde una perspectiva internacional. Argentina se endereza hacia un modelo de desarrollo económico productivo y diversificado, con el centro en la inclusión social: necesitamos un proceso análogo de desarrollo regional y condiciones de paz mundial que sólo puede asegurar un marco multilateral. Para vivir en un mundo más seguro, necesitamos un mundo más justo.

No hay comentarios: