martes, 11 de diciembre de 2007

El debate por la integración

Nadie discute que América debe integrarse, pero las diferentes estructuras económicas, sociales y políticas de los países, como también las posiciones vinculadas con los intereses de los sectores dirigenciales de cada Nación, y las concepciones ideológicas que acompañan a esos intereses, inciden en este debate.
En la década del ’90, integración era casi sinónimo de libre comercio.
Sin embargo, los países desarrollados mantenían –y mantienen aún–, políticas proteccionistas para defender a los sectores más débiles de sus economías a través de subsidios, mientras que reclamaban a los países en vías de desarrollo liberalizar sus economías y eliminar aranceles.
Las consecuencias más nefastas de la aplicación dogmática de esa receta las vivimos en la Argentina, donde no sólo se desarticuló el sistema productivo nacional en lo industrial, en lo científico, en lo tecnológico, sino que también se destruyó lo que era una ventaja competitiva: la producción agrícolaganadera.
Esta política inspirada en el neoliberalismo y el Consenso de Washington fue la responsable de la debacle económica de la Argentina que, aunque expresada de diferentes maneras, mantuvo un denominador común con otros países: crecimiento de la desocupación y aumento de los niveles de pobreza. Esta situación llevó a que los gobiernos de la región enfrenten un debate sobre cuál era la mejor forma de integrarse y defender sus intereses en este mundo global.
Quedó claro que había que tener un Estado con políticas activas que apunten al desarrollo con equidad e inclusión, como forma de fortalecer los sistemas democráticos y nuestras propias culturas.
En los países del Mercosur, este nuevo concepto de integración se da en un contexto muy favorable: gobiernos con afinidad política y un ciclo económico virtuoso de crecimiento e inclusión.
Una primera muestra de esta visión compartida por los gobiernos mercosurianos se expresó en el fuerte debate que el Mercosur sostuvo con otros países de la región en oportunidad de discutirse la integración al ALCA. La postura inclaudicable de los países del bloque y Venezuela (en ese momento en proceso de integración al Mercosur) generó primero una situación de impasse y luego, en la cumbre de Mar del Plata de noviembre del 2005, el deceso definitivo de ese modelo impulsado por los Estados Unidos que tenía por principales banderas sólo el mercado y libre comercio y que seguramente hubiese beneficiado aún más a los países desarrollados en desmedro de las economías en desarrollo. Hay que recordar que mientras desde el discurso los países mas grandes proclamaban el libre comercio, en los hechos no estaban dispuestos a resignar ni un ápice del modelo de protección a la producción agrícola que gasta miles de millones de dólares en sus productores ineficientes.
Como contrapartida, el Mercosur siguió avanzando hacia la Unión Sudamericana; hacia un mayor relacionamiento SurSur; hacia el fortalecimiento del G20 para las batallas en la Ronda de Doha, hacia las negociaciones para acuerdos de libre comercio con otros países, y entre otras estrategias para desarrollar un comercio mas justo y equitativo que beneficie el desarrollo de sus países.
Por último, desde que llegamos a la gestión, consideramos que era necesario un protagonismo más activo de las distintas organizaciones de la sociedad civil. La participación social efectiva es parte de este nuevo enfoque integrador.
Por eso, en la política exterior del gobierno de Néstor Kirchner, durante la gestión de Rafael Bielsa y en la actual del canciller Jorge Taiana, se ha trabajado en el fortalecimiento del Consejo Consultivo de la Sociedad Civil, “abriendo” la Cancillería a la participación de la sociedad con un objetivo claro: lograr un involucramiento cada vez mayor del conjunto de los ciudadanos en este nuevo rumbo de la integración regional.

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