La asociación con Brasil y el camino hacia la Unión Sudamericana de Naciones
El análisis de Eduardo Sigal
El reciente viaje a Brasilia de la presidenta electa, Cristina Fernández de Kirchner, dejó en claro la ratificación del rumbo: Brasil seguirá siendo un socio estratégico para la Argentina y el fortalecimiento de esa relación seguirá siendo clave para la consolidación del proceso regional.
Analistas deseosos de encontrar permanentemente conflictos donde no existen, acudiendo a argumentos que poco tienen que ver con la realidad, creyeron ver en este encuentro un gesto en favor de cambiar la positiva relación que nuestro país ha cultivado con Venezuela.
Una vez más, trataron de hacer una interpretación de tipo bipolar: “quiero y me acerco a éste porque me alejo y no quiero al otro”. Sin embargo, en estos últimos cuatro años nunca estuvo en duda la relación estratégica de Argentina y Brasil; como tampoco lo está –lo hemos expresado en este espacio– el vínculo con Venezuela.
Pero situándonos en el vínculo bilateral con nuestro vecino inmediato, hay que decir que desde un inicio el gobierno de Néstor Kirchner convirtió la relación con Brasil en uno de los ejes de la política exterior regional: lo consideró un importante factor de cohesión y cooperación para el fortalecimiento del Mercosur, más allá de la importancia que representa como mercado, como foco de atracción de inversiones y como fuente de complementación política en la región.
En los últimos años, Brasil y la Argentina han acumulado un nada desdeñable capital de confianza mutua y lealtad, que les permite coordinar acciones en el plano internacional y en cuanto organismo o reunión multilateral exista: es de esta forma que las estrategias conjuntas son llevadas adelante en ámbitos como la Cumbre de las Américas, las reuniones de la Ronda de Doha en la OMC, o en el G20, por sólo citar algunos casos.
El punto de inflexión en la relación bilateral se marcó el 20 de noviembre de 2005 en Iguazú. Al cumplirse 20 años de la firma de los tratados AlfonsínSarney, Lula Da Silva y Néstor Kirchner reafirmaron su voluntad integradora, con la firma de un documento con un ambicioso programa de trabajo.
Fue más que un escrito y una serie de acciones en la relación: ese día los presidentes sellaron una alianza estratégica desde lo político, que ha quedado marcada en el ámbito bilateral, regional y multilateral hasta estos días.
Pero nuestra relación, como todos los vínculos profundos y duraderos, no está exenta de dificultades y contratiempos. Los diferendos comerciales entre los dos países marcaron los primeros años de la gestión Kirchner: reclamos empresarios por una “invasión” de productos brasileños originaron una negociación entre países que derivó en la creación de la Comisión de Monitoreo del Comercio y el Mecanismo de Adaptación Competitiva. Esto favoreció la negociación entre privados que, sumada a un mejoramiento de las relaciones bilaterales y a un crecimiento en las economías de ambos países, resultó determinante para que hoy la hipótesis de conflicto comercial desaparezca de las tapas de los diarios.
Argentina y Brasil, como socios mayores, constituyen el núcleo duro del bloque regional, y una relación sólida y de mutua confianza es fundamental para el futuro del Mercosur, como ha quedado demostrado con las acciones que se han impulsado en los últimos años en función de atenuar las asimetrías con Uruguay y Paraguay.
La implementación de los Fondos Estructurales, donde los socios mayoritarios aportan dinero utilizado en su mayor parte por Uruguay y Paraguay; el proceso hacia la creación de un Fondo similar destinado a la pequeña y mediana empresa; sumado a la adopción de monedas locales en el intercambio comercial a partir de 2008, constituyen acciones impulsadas hacia el bloque regional.
Los dos gobiernos trabajan hoy, junto a Uruguay y Paraguay, con la convicción de lograr un Mercosur más efectivo que sepa atender las demandas de sus ciudadanos; y con el convencimiento de ir evolucionando desde la concepción puramente comercial que dominó en los ‘90 hacia una integración donde el desarrollo productivo, el fortalecimiento de sus instituciones democráticas y, sobre todo, la participación social, sean también pilares del funcionamiento del bloque.
Cristina Fernández de Kirchner ratificó en su último viaje la asociación estratégica con Brasil y la voluntad de trabajar desde allí en favor de un fortalecimiento del Mercosur.
En un contexto económico y político favorable, la ratificación de estas políticas y la agenda común en materia productiva, energética, industrial y tecnológica, se presentan como signos más que positivos de cara al futuro del bloque regional, como así también hacia la construcción de la Unión Sudamericana de Naciones.
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